Siempre puedo un poco más

Cuando pienso que ya no tengo más fuerzas, que todo a mi alrededor se cae, en esa profunda oscuridad en la que caigo y que me lleva muchas veces a pensar que sería mejor no seguir estando en este mundo; algo casi milagroso me pasa cada vez.

Milagroso, porque no le encuentro explicación. Sí, es verdad, hay muchas otras cosas que me ocurren, que veo, pienso y siento a las que no les encuentro explicación tampoco y sin embargo no las considero necesariamente milagros. Pienso que a esto de lo cual estoy hablando es milagroso porque, no entiendo cómo ocurre, por ende no sé cómo explicarlo, a qué atribuirlo con certeza; pero tengo la fuerte intuición de que existe alguna intervención que es mucho más envolvente que cualquier realidad que pueda contemplar.

Pueden ponerle el nombre que quieran, este no es un post religioso. Este es un post que resalta mi experiencia repetida en momentos de desesperación y soledad; del vacío y de la nada surge la calma. De pensar en decenas de formas en las cuales podría desaparecer, a pensar en la intensidad de los latidos de mi corazón que gritan dentro de mi pecho que mi vida es única e irrepetible , y que si miro un poco más allá de mí, voy a entender por qué es necesario que pase las tormentas tal y cual llegan, por todo el tiempo que se queden y en las condiciones en las que esté; cubierta de agua de lluvia, congelada por los vientos fríos, con hambre y sed y sin la ropa adecuada que me proteja de tal tempestad.

Cada vez que me parto de dolor, emocional, mental y físico; cuando llego al límite de mi misma, es ahí cuando llega la quietud. Llega la aceptación radical. Llega el dejarme ir completamente en todo.

Digo que es un milagro porque tengo siempre la sensación de que en esos momentos no estoy sola. De hecho, no estoy nunca sola, tengo personas que me acompañan y escuchan, ayudan y se hacen presentes como pueden. Tengo a mis dos gatos que están permanentemente pegados a mí.

Pero estoy hablando de algo más. Estoy hablando de la certeza de que estoy bajo la protección, el cuidado y la guía de algo mucho más grande que todo mi propio ser, desde mi nacimiento en adelante y hacia atrás, y hacia el futuro y todas las posibles otras versiones de mi que existan. Todo lo absorbe bajo su infinita capacidad de quitarme de encima las rocas y la tierra que me están sofocando, y plantarme una luz de esperanza; que es a su vez consuelo.

En la inmensidad de la vacuidad, encuentro esa luz. Cuando relajo mis hombros y mi cuello, cuando cierro mis ojos y dejo que las lágrimas caigan sin forzarlas a retraerse. Encuentro que la percepción de mi existencia no está acertada, y así , me libero.