Es una opción, claro. Todos tenemos esa opción.
Caer en la locura y mandar todo al diablo. Todo y a todos los fantasmas molestos que vienen a mi cabeza cuando menos los necesito.
Pero mejor no, porque eso es lo mismo que huir, que esconderme debajo de las sábanas porque le tengo miedo al cuco.
Y, hasta donde yo sé, el cuco no existe. Así que por lógica, esos fantasmas, tampoco. Estan ahí porque yo les doy lugar, y si les cierro la puerta, se quedan afuera.
Debo tener algun problema de tipo cerrajería yo, porque no hay forma de trabar el acceso. Se filtran y me invaden.
En fin, es cuestión de resistir. Hoy por mí, manana por mí y pasado por mí tambien.
Porque si sigo esperando que alguno de esos incorpóreos se manifiesten en mi favor, voy muerta. Son así, espiritus sin cuerpo, que disfrutan haciéndome creer en cosas que no son tangibles y me llevan de la realidad a la ficción mas lejana, donde me convencen.
De que? De todo aquello que creo querer y creo necesitar.
La verdad es que lo que quiero y necesito es mucho más simple que cualquier novela que me creo en mi cabeza.
Pero hasta el momento, no lo he encontrado. Sólo me pierdo en imágenes vagas, en ilusiones y expectativas.
Quizás la locura que experimento sea esa; seguir pendiente de algo que no llega ni es. Y, por ende, seguir postergándome a mi misma en el camino.
Reenfocarse. Esa es la cura para el miedo.
O al menos, para evitar el chaleco de fuerza a corto plazo…